V. 1.2
Después de 16 años, Adda emergió del largo invierno del matrimonio, convertida en una espléndida mujer de 35 años. Bella, determinada y con los sueños de Rock ‘n’ Roll de la juventud intactos. Había terminado una carrera universitaria, dado a luz dos hijos, cumplido cabalmente con sus deberes de esposa y madre y agotado la capacidad de perdonar que, en la vida de una pareja, demandan la traición y la violencia.
Mi encuentro con Adda fue un affaire un tanto accidentado. Habíamos acordado vernos un Jueves de Agosto, en las horas de la tarde. A las 3:00 PM para ser exactos. Al cabo de unos 20 minutos, en vista de que no llegaba, decidí llamar a su celular y comprobar que no había olvidado nuestra cita.
-Ya estoy en camino, me dijo, sin mas explicaciones.
Transcurrida una hora y después varias llamadas, justo cuando me disponía a olvidar todo el asunto y regresar a casa, la vi aparecer entre la multitud, totalmente vestida de negro, con un abrigo en la mano. Una agitada llamarada de cabello rojo/bermellón le coronaba la cabeza. El sol canicular de ese perfecto día de verano, brillaba inclemente sobre los transeúntes.
Adda es una mujer reservada, segura de si misma, de una belleza serena, sin aspavientos. Enfermera profesional y registrada (RN) con el Board of the State of California. Su pasión es la la música y de hecho es líder y cantante de una banda de Rock llamada “Cuarto Elemento”. Sus canciones, según me dijo, son una suerte de catarsis en la que conjura los placeres del amor y el erotismo.
Al final de la tarde caminamos hasta un pequeño bar en las inmediaciones de la U de A y al rededor de unas cervezas, que me hicieron olvidar la miserable incertidumbre de la espera, hablamos largo rato, en compañía de uno de los integrantes de su banda, sobre cosas insignificantes de la vida cotidiana. Cuando me despedí los deje envueltos en una conversación que reclamaba intimidad… Aunque podría equivocarme.
Adda no tiene ningún remordimiento y se siente satisfecha con su nueva vida, sus hijos y la música ocupan su día a día. Del matrimonio dice tener buenas memorias, pero cuando la acosan los recuerdos, una sombra casi imperceptible desciende sobre rostro y opaca el brillo de sus ojos pardos.
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