Carolina es una muchacha en la encrucijada. Como en una mala película, le corresponde elegir entre el proverbial camino ancho y soleado que conduce al despeñadero final y el camino estrecho y tortuosos que quizás conduzca -y aquí no hay garantías- a la felicidad y la salvación. Especie de premio póstumo a una vida de privaciones y sufrimiento. Frente a esta falsa disyuntiva, Carolina ha optado por una alternativa cuya trayectoria aun esta por escribirse: Hacer su propio camino. 

Comencé a descifrarla antes de conocerla. Lenta, amorosamente, como quien desviste a una amante. Primero fueron los pequeños poemas escritos en los muros ajenos y las canciones que, como la rockola de algún sórdido bar de Memphis, hablan de un tiempo anterior al suyo y de amores puros como la muerte. Después, los cortos fragmentos de libros olvidados, puertas que se abren a un mundo donde la propia palabra aun no existe y solo se tiene certeza de la bruma que oculta el nombre de las cosas. Mas tarde fueron sus temores y deseos, expresados en forma de inescrutables acertijos y finalmente su enigmática presencia, su difícil sonrisa y esa apariencia de ropa prestada propia de quienes solo están aquí de paso.

La violencia de la ciudad ha cobrado en ella su cuota de sangre. Aunque parece haber dejado el incidente en el pasado y haber retomado con éxito el control de su vida cotidiana y del espacio en que se mueve, en su rostro de princesa egipcia, permanecen visibles las hullas del brutal ataque sufrido a manos de un skinhead local cuando regresaba a su casa luego de una fiesta con amigos.

Carolina tiene 18 años y es excepcionalmente inteligente. Confiesa, sin remordimiento, ser desertora escolar pero alberga en su interior el deseo de un día estudiar periodismo. Esta interesada en la literatura, su escritor favorito es Edgar Alan Poe y siente una especial admiración por los poetas malditos franceses. Ella misma es una escritora naturalmente talentosa. Su visión del mundo es un tanto oscura y esta marcada por el escepticismo de aquellos que miran al futuro con desconfianza. Como Oscar Wilde desprecia la felicidad por aburrida y se aferra al principio del placer como tabla de salvación en el naufragio de la vida. Le gusta el Rock n’ Roll de los años 50s y 60s y desea ser modelo de Pin up.

No puedo evitar preocuparme…