Andrea es una chica completamente equilibrada pese a que, como a otra gente de Medellín, un día la mano larga de la violencia llegó -en su caso literalmente- a golpear a la puerta de su casa. Su risa fácil y su naturaleza alegre parecen haber olvidado las horas de terror vividas a manos de desconocidos que la agredieron y maniataron mientras saqueaban su residencia.

Nos conocimos inicialmente en el ciberespacio, donde compartimos mi moderado interés y su pasión por el teatro. Cuando le manifesté mi deseo de fotografiarla, procedió a interrogarme con discreta cautela y tras una breve explicación acepto hacerlo, no sin antes advertirme que se haría acompañar de un amigo. Sentamos una fecha y durante los días siguientes chateamos con frecuencia.

El sábado en la tarde nos conocimos personalmente. El día estaba esplendoroso, con muy pocas nubes en el cielo. Me sorprendió verla aparecer sin ninguna escolta. Su rasgo mas notorios es, sin lugar a duda, sus intensos ojos verdes. Llamas de leña esmeralda, fieras agazapadas entre el follaje. 

Andrea es en muchos sentido, la típica jovencita de 19 años. Enamorada del amor. Capaz de hablar por teléfono, chatear en las redes sociales y enviar mensajes desde el Blackberry al mismo tiempo que que disfruta de un helado de chocolate. Presiento que se mueve en un umbral entre dos mundos.

Estudiante de administración de empresas turísticas, dueña de un maravilloso humor, retorcido e inteligente, actriz de teatro universitario, quiere tener su propia empresa, casarse, tener hijos y envejecer con su pareja. Su Alter ego virtual se hace llamar SuperGatita.