Conocí a Luisa casualmente. Ella se encontraba acompañada de un amigo en el Parque de los Deseos y yo trataba de matar el tiempo. Me senté a la sombra de un arbusto a corta distancia de ellos y los abordé sin mucho rodeo. Después de una breve conversación en la que se mencionaron las palabras literatura y filosofía, manifesté mi interés en fotografiarlos, su amigo, un muchacho flaco de cabello largo y al igual que ella vestido totalmente de negro, mostró poco interés y alegó encontrarse ocupado. Luisa por el contrario, abrazó la idea con un entusiasmo inesperado.

Nos encontramos a la semana siguiente y pasé la tarde en su compañía. Esas pocas horas revelaron a un ser luminoso, sui géneris. Dotada de una personalidad recia, inquisidora, multifacética. Está interesada en lo oculto y el misticismo, suscribe una concepción de dios que ella misma define como sincrética. Ama la música y posee un gusto complejo, sofisticado y abierto a sonoridades diversas*, le gustan los animales, el arte, la literatura y quiere estudiar filosofía.

Luisa lleva tatuado, como un escudo de armas, la imagen de una mano al mando de una marioneta en la parte superior de su brazo derecho. Para ella, según me dijo, representa nuestra condición de seres manipulados por inescrutables fuerzas. Esta actitud frente a la vida le ha permitido sortear los embates del destino con total entereza. Sobre el suicidio de su padre, ocurrido hace unos cuantos meses, tiene una mirada de una ecuanimidad filosófica sorprendente: Todos tenemos el derecho a abandonar el juego en cualquier momento de la partida. Ella misma confiesa haber jugueteado con la idea.

Sus grandes ojos negros y su carita de geisha de porcelana, en nada reflejan el pesado fardo, que a los 17 años, carga a sus espaldas. Me encantó -por una vez- verla sonreír.


* Gracias por “Diablo Swing Orchestra”, son fantasticos. a.